La virtud del error

La virtud del error

Tengo un particular recuerdo de la infancia asociado a un incómodo dolor de muela. Al principio era apenas una molestia, pero luego fue creciendo hasta convertirse en algo penetrante y permanente; recuerdo que lo mantuve en silencio y le di largas pues no me gustaba ir donde el odontólogo puesto que, como suele ocurrirle a muchos niños, las luces deslumbrantes y el ruido de la fresa me intimidaban.
Renuncié a mi silencio cuando llegó el momento en que el dolor no solo me impedía comer, sino que no me dejaba pensar, jugar y mucho menos dormir. Por supuesto mi mamá me llevó al odontólogo lo más rápido que pudo, y cuando llegamos no hubo más solución que sacar la muela que estaba totalmente estropeada. Afortunadamente aún era de leche.

Al terminar la intervención, recibí el consabido discurso sobre la importancia del cepillado y el debido uso del cepillo y la crema por parte del doctor, al cabo del cual mi mamá me sermoneó durante un buen rato. La verdad yo estaba tan feliz de que el dolor se hubiera ido, que no me sentí para nada molesto con el sermón, y no puse mayor atención al discurso del doctor.
Dos años después regresé al odontólogo con otro dolor de muela, esta vez, afortunadamente para mí, no hubo que sacar la muela (que ya no era de leche), pero si terminé con un doloroso tratamiento de conductos y una amalgama de color plateado que conservo hasta la fecha.  Lo único que me quedó del sermón de mi mamá y el discurso del doctor fue otra muela dañada. Claramente no aprendí la primera vez.
Quizás a veces nos parezcan insignificantes y por ello decidimos ignorarlos, pero a veces son importantes y costosos, ruidosos o simplemente incómodos, y por ende nos sacan de nuestra zona de confort. Así que buscamos solucionarlos a como de lugar, y estamos dispuestos, de ser necesario, a extirparlos de raíz con tal de recuperar nuestra tranquilidad. Nos disgustan porque generan una percepción de peligro, y tienen la capacidad de atraer el fracaso.
Si bien el fracaso es un riesgo inherente a los errores, éstos tienen otra cara, la cara de la oportunidad. Veamos unos ejemplos:
Conocida es la historia de creación de los post it, de 3M, que surge de un error en el que el diseñador, Spencer Silver, olvidó agregar un compuesto, y lo que iba a ser un poderoso pegante para aviones, resultó en un durable, pero débil, adhesivo, que a la postre derivó en uno de los más exitosos productos de la compañía.
También es famoso el error cometido por Alexander Fleming, quien, a causa de un viaje, descuidó unas muestras de bacterias dejándolas en condiciones no apropiadas. Al regresar encontró su experimento arruinado pues las muestras se habían contaminado con un moho azul-verdoso. Este moho producía una sustancia que afectó y mató a las bacterias. A esta sustancia hoy le llamamos Penicilina y dio inicio a la era de los antibióticos.
Estos casos no son los únicos, la vulcanización del caucho, las hojuelas de maíz, la sacarina, el vidrio de seguridad, o el marcapasos, también fueron descubiertos por causa de errores. 
Todas estas experiencias tienen cosas en común: el error solo fue el inicio de algo mayor, y las personas involucradas, más que rechazar o molestarse con lo sucedido, o limpiar, o dejar pasar, se preguntaron ¿Qué puedo aprender de ello?
Por supuesto hay muchos errores que quienes los cometieron no pueden celebrar, el mundo de los negocios está lleno de estos, vemos algunos de los más famosos ejemplos:
  • El rechazo del teléfono de Alexander Graham Bell en 1876por parte de Western Union
  • El rechazo de los Beatles por parte de Decca Records en 1961
  • Hewllet Packard rechazó en 5 ocasiones a Steve Jobs y Steve Wozniak quienes trataban de venderles su prototipo del Apple I
  • Mars rechazó la oferta de Steven Spielberg para que los M&M aparecieran en la película ET
  • Más de 11 editoriales rechazaron a JK Rowling cuando les presentó a Harry Potter.

La cuestión no es el error en sí, puesto que, dada nuestra condición humana, es natural y casi inevitable en nosotros cometerlos, la diferencia radica en que actitud tomamos frente a ellos y lo que dicha actitud nos invita a hacer. Es claro que el error tiene virtud, pero solo si se aprende de él, y por tanto, la actitud del líder frente a éstos es determinante para hacer que el error se convierta en una oportunidad o conlleve al fracaso; es más que un asunto personal, no solo afecta al líder, afecta a quienes están a su alrededor, tiene una enorme capacidad para construir o destruir. Cuando dejamos que el error tome el control nos exponemos, hacemos evidente cuanto le tememos y cedemos parte de nuestro auto control, si, adicionalmente, personalizamos el error, culpando a alguien de lo sucedido, aparecen las excusas y la frustración, y aumenta el nivel de estrés de la persona señalada, induciéndola a cometer nuevos y más grandes errores. Dicha actitud hace del error algo malo, trayendo como consecuencia un ambiente donde la gente está muy prevenida, y donde cada quien desea que los demás cometan errores. Así cuando ello sucede (que otro comete un error), los que fueron señalados son los primeros en señalar, y alegrarse del mal ajeno. Esto sucede porque así se pueden quitar la presión que los propios errores les habían echado encima.  En resumen una cultura organizacional que rechaza al error y lo personaliza es una cultura de miedo y resentimiento.
Si por el contrario, el líder reconoce sus propios errores, y toma una actitud abierta y solidaria con quien los comete, buscando en cada ocasión aprender de ellos, empezando por hacer un balance de lo ocurrido, y a partir de ello promueve la reflexión y explora posibles soluciones y cambios que aprovechen lo sucedido, obtiene como resultado el fortalecimiento de la organización; así convertirá el error en una oportunidad. Puede ser que no llegue a descubrir la penicilina, pero sin duda construirá una cultura propicia al aprendizaje, un ambiente sano y enriquecedor, y se aumentará el nivel de compromiso de quienes trabajan en la organización.
No quiere esto decir que se deba ser permisivo, o que se promueva el cometer errores, sino que se debe distinguir entre el error, sus causas y sus consecuencias, actuando bajo el criterio “duro con el problema, suave con la persona”. Esto porque, como ya dije, el error solo tiene virtud si se aprende de él. Por tanto si se comete el mismo error una y otra vez, o si se confirma que la causa continua de los errores sea el descuido o desinterés de una misma persona, y las consecuencias de ello sean graves (o permanentes) pérdidas o daños a la organización, debería prescindirse de las personas responsables.

También creo que es importante distinguir entre error y mala intención. Si se hace algo con mala intención no hay error en ello, puesto que el error es por naturaleza involuntario
Errores que deriven en aprendizajes traen consigo consecuencias positivas para la organización, tienen tanta fuerza como la innovación. De hecho, si se dan las condiciones adecuadas, el error puede ser fuente de innovación, permitiendo a la organización avanzar a un estado de disrupción y rápido crecimiento. En tales organizaciones el líder sabe que tiene más mérito quien falla en el intento, que quien no intenta por miedo a fallar. También sabe que el error es inherente al progreso, como lo es al aprendizaje, y que esta premisa solo se cumple cuando la reflexión sigue al error.
Dos frases que fortalecen esta idea:

“Grandes artistas como Dylan, Picasso y Newton se arriesgaron al fracaso. Y si queremos ser grandes, debemos arriesgarnos también”. Steve Jobs
“Está bien celebrar el éxito, pero es más importante tomar nota de las lecciones del fracaso”. Bill Gates

A pesar de los evidentes beneficios, cuesta evolucionar nuestra actitud frente al error, debido en parte a que están involucradas emociones y sensaciones, puesto que buscamos la felicidad y deseamos la perfección.  De hecho es posible que estemos confundiendo, o fundiendo, felicidad con perfección.
Coincido entonces con Estanislao Zuleta cuando en su “Elogio a la Dificultad” expresa: “Deseamos mal. En lugar de desear una relación humana inquietante, compleja y perdible, que estimule nuestra capacidad de luchar y nos obligue a cambiar, deseamos un idilio sin sombras y sin peligros, un nido de amor, por lo tanto, en última instancia un retorno al huevo.”
La felicidad no está en tener lo que uno desea sino en lograrlo. No es la perfección la que nos hace felices sino tratar de alcanzarla y avanzar un poco en el intento.  El propósito de nuestra vida se vive en su búsqueda, no es un punto de llegada sino un camino, por ello en la búsqueda se encuentra la felicidad, y en tal sentido podemos ser felices desde ahora.
Felicidad no significa entonces carencia de necesidad, ni ausencia de problemas. Significa plenitud de Propósito. En tal sentido cada victoria no es la llegada sino una estación en el camino, cada dificultad, cada error o equivocación no es un obstáculo, sino una oportunidad de aprendizaje, y cada derrota o fracaso no es el fin, sino un reto a nuestra convicción. Por tanto el único fracaso verdadero es una vida sin Propósito.
Nuestro mayor error no es cometer errores, como no lo es el anhelar lo que no hemos logrado o lo que no tenemos. Nuestro mayor error es renegar de lo que nos pasa, en lugar de aprender de ello.  Es no darle valor a lo que hemos vivido y logrado. En resumen, no aprender de los errores es no encontrar su verdadero valor y ser ciegos ante su virtud.
Quizás ello explique el por qué en el poema si volviera a nacer de Jorge Luis Borjes se afirma “Si pudiera vivir nuevamente mi vida, en la próxima cometería más errores”
He cometido errores a lo largo de mi vida, claramente mi camino ha estado lleno de “dolores de muela”, pero así sea un recorrido lleno de baches, no lo cambiaría por otro, pues la convicción que me guía es mi 4 x 4 que me ayuda a enfrentarlos sin temor, e incluso a encontrar gozo en ellos, pues los veo como fuente de sabiduría.
Al ver tantos errores en perspectiva, los encuentro necesarios.

Publicado por peoplepass (La más efectiva forma de dar bonos)

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